Lo Espejo

Previo a la llegada de los españoles, el territorio en que se emplaza la comuna de Lo Espejo estaba habitado por el pueblo Picunche, grupo que se encontraba bajo el dominio de los Incas y que tenía dominio de la alfarería, la agricultura, ganadería y el trabajo en metal.

Tras la fundación de Santiago en 1541 y el reparto de tierras a través de encomiendas, el sector quedó en manos de Diego de Oro ¹, quien fue uno de los soldados que defendió la naciente villa del ataque del cacique Michimalongo en septiembre de 1541.

Más de un siglo más tarde, en el año 1700, la inmensa propiedad que abarca el Llano de Maipo pertenece al general Pedro Gutiérrez de Lo Espejo, cuya familia la administra durante seis generaciones. El sector, privado de todo riego y escasamente poblado, es destinado a la crianza de ganado ².

La familia Espejo vende su hijuela a Pedro del Villar, quien tras construir un canal de regadío paralelo al que tenían los jesuitas en Calera, planta diversos viñedos. De hecho, se convierte en el primero en fabricar chicha, conocida entonces como “chiñongo”. Al morir, parte de sus tierras fueron donadas a los más pobres y al Hospital San Juan de Dios ².

Posteriormente, una parte de la propiedad se conforma en la Hacienda Lo Espejo, donde el 5 de abril de 1818 se libra la crucial Batalla de Maipú entre españoles y el Ejército Libertador, la cual marcaría la Independencia del país. El fundo Lo Sierra, ubicado donde hoy se emplaza Cementerio Metropolitano, sirve en tanto de campamento para los soldados patriotas.

Fernando Errázuriz y Aldunate y su esposa Carmen Sotomayor y Elzo , dueños de la Hacienda, heredan la propiedad a sus hijos en 1841, la que es parcelada en fundos, viñas y chacras.

El resto de los terrenos se vende por hijuelas y lotes, asignándose los derechos de aguas sobre el canal San Carlos, que permiten transformar completamente la zona en hermosos campos de cultivo ².

Otro de los hitos significativos que impulsó el desarrollo de la zona fue el inicio de la construcción del Ferrocarril Santiago a Rancagua en 1856, cuyas vías pasaban por el pequeño poblado rural conocido como Lo Espejo. Este pueblo constaba de 21 manzanas que cubrían 85,5 hectáreas, en las que era posible ver casas quinta de dos pisos y parcelas de agrado. En este paisaje de viviendas de líneas sencillas, destacan cerca de 60 casonas que pertenecieron a las familias adineradas de la época, como los Astaburuaga, los Ferrari y los Landaeta ³.

En la década de los 50, un importante flujo migratorio a la capital desde el campo y del norte del país cambian drásticamente el paisaje. Los predios de la periferia son vendidos y loteados, dando nacimiento a las primeras villas ⁴. Una de ellas es la Población Dávila, un conjunto de viviendas sociales emplazadas al oriente de la línea del tren, lo que corresponde al actual paradero 16 de la Gran Avenida.

En los años 60 y sobre todo a comienzos de los 70, se generaron campañas para poblar la zona sur de Santiago. De esta forma, se originan las poblaciones José María Caro, Santa Adriana, Lo Valledor y Clara Estrella en sectores que habían sido previamente tomas ilegales y campamentos. Aquí también llegaron personas que vivían en situación precaria en el entorno del Zanjón de la Aguada y el río Mapocho ⁵.

El 9 de marzo de 1981 se crea la nueva comuna de Lo Espejo, a partir de una subdivisión de La Cisterna y San Miguel, sin embargo pasaría una década completa para que se establezca la Municipalidad el  20 de mayo de 1991. Se designó como primer alcalde a Eduardo Báez Faúndez.

Para fin de siglo, el fomento industrial marcó la comuna de Lo Espejo, quedando atrás de manera definitiva su pasado rural. Llegado el siglo XXI, la comuna es reconocida como un polo de avanzada industrialización, lo que a juicio de sus vecinos ha afectado negativamente su calidad de vida ⁴.