1.200 a 1.450 d.C.
La cultura Aconcagua (900 a 1536 d.C.) habitó los valles de la zona central y el litoral, ocupando gran cantidad de los asentamientos de los grupo Bato y Llolleo. Fueron denominados como Promaucaes por los Incas y como Picunches, en los tiempos de la conquista española.
Se instalaron cerca de quebradas, ríos y esteros para cultivar sus vegetales, como maíz, papas, porotos y zapallos. El tamaño de los granos, la localización de los asentamientos y el incremento de molinos y manos de moler muestran una orientación más agrícola y mejor manejo de los productos 1. Junto con ello, fueron grandes cazadores de guanacos y también de animales pequeños como zorros, coipos y roedores. Los habitantes de la zona costera consumieron por su parte, moluscos, mamíferos marinos y peces como jurel, corvina y lenguado.
Sus viviendas eran de material ligero, con bases de piedra y muros de ramas con barro y se cree que establecieron intercambios económicos con los cazadores recolectores que aún vivían en la cordillera. En este territorio, le sirvieron de viviendas las cuevas y los aleros.
Una diferencia con las culturas anteriores radica en la forma de enterrar a sus muertos. Los grupos de Aconcagua depositaban los cuerpos y sus ofrendas en fosas sobre el cual formaban montículos de tierra, sepulcros conocido como túmulos. Estos cementerios se encontraban separados especialmente de los lugares de vivienda y tenían un sector para hombres y otro para mujeres, niños y ancianos. En la Región Metropolitana se han encontrado estos túmulos en gran número: en el Valle de Chicauma en Lampa (102); en el poblado de Huechún-1 en el límite de las comunas de Lampa y Tiltil (19) y en El Monumento en Til Til (94). El cementerio con mayor cantidad de túmulos corresponde al de Lliu Lliu en Olmué con 300 de estas sepulturas 1.
En cuanto a sus cerámicas, estas denotan alto grado de manufactura y patrones decorativos, distinguiéndose tres tipos: Aconcagua Salmón, Rojo Engobado y Pardo Alisado 2.
Aconcagua Salmón
Mezcla de arcillas rojizas y caolines blancos que le dan un color anaranjado pálido. En su exterior son decoradas con formas geométricas, donde destaca la figura de trinacrio, diseño de tres aspas que nacen de una circunferencia. Este es un elemento diferenciador que identifica a esta cultura. Las ollas, jarros y escudillas tuvieron un uso doméstico para servir, comer y beber.
Rojo Engobado
De color café rojizo, su uso también fue cotidiano. Su interior está decorado con una cruz diametral y una franja que rodea la escudilla.
Pardo Alisado
De este tipo son las ollas de boca ancha, escudillas y tazones que fueron utilizadas para la cocción de los alimentos. Por lo general no tienen decoración. Dado su uso, el color café rojizo original se convirtió en pardo gris o pardo rojizo.
Vasija de Cerámica cultura Aconcagua 900 - 1532 d.C.
Colección Digital de Arte Pueblos Originarios Pontificia Universidad Católica de Chile.
Las vasijas de la Cultura Aconcagua son reconocibles por su decorado de trinacrio (tres aspas) que variaron en dirección según su territorio: hacia la derecha en la cuenca del Aconcagua y hacia la izquierda en la cuenca de los ríos Maipo-Mapocho.
1.450 a 1.536 d.C
La dinastía de los Incas llegó al poder en Cuzco alrededor del 1200 d.C. sin embargo su época de expansión se iniciaría con el reinado de Pachacutec (1438 – 1471), también llamado ‘Pachacutec Inca Yupanqui’ (el noveno gobernante) quien convirtió el pequeño estado regional en un imperio vasto y próspero, el más extenso en la América Precolombina.
Su hijo, Tupac Yupanqui, que gobernó entre 1471 y 1493 y su nieto, Huayna Capac, que reinó entre 1493 y 1527, anexaron al Tawantinsuyu, parte del actual territorio chileno. Las fechas de esta conquista se ubican entre el año 1400-1470 hasta alrededor de 1535, es decir, incluso después de que el conquistador español Francisco Pizarro tomara Cuzco en 1533. La dominación se habría dado con una mezcla de poderío militar y diplomacia a través tratados o simple integración. Es posible que los jefes indígenas prefirieran allanarse a la ocupación para así mantener sus privilegios, situación que explicaría la continuación de muchos elementos de la cultura local 3.
La incorporación de la zona central del país habría tenido la ayuda de los pueblos diagüitas, locales de los valles del Elqui, Limarí y Choapa. Este encuentro de incas, diagüitas y Aconcagua quedaría de manifiesto en los estilos de las cerámicas en donde es posible ver iconografía inca-diagüita en vasijas de forma Aconcagua o vasijas inca-diagüita con diseños Aconcagua.
El imperio cuzqueño impuso una organización administrativa que dividió los valles, nombrando un gobernador o curaca en cada uno: a Quilicanta en Aconcagua, el cuál habría tenido a su cargo “gente de guarnición”; y a Vitacura en la cuenca de Santiago, a cargo de gente de “presidio” o los llamados mitimaes, población indígena traída desde el Cuzco para cultivar la tierra y explotar los minerales.
Otro símbolo del imperio fue su sistema de caminos o Qhapaq Ñan, que llegó hasta Palquibudi, en las cercanías de Curicó 4. A lo largo de estas vías se levantaron tambos de descanso (posadas) y fortalezas militares como el pukara de Chena en la actual comuna de San Bernardo y el de cerro Grande de La Compañía, en el valle de Rancagua. También instalaron centros ceremoniales o wakas en los cerros Huelén (Santa Lucía) y El Plomo donde se desarrolló el ritual kapaqocha, que implicaba el sacrificio humano, muchas veces de niños. Uno de ellos fue encontrado en el cerro El Plomo. Se trata de un infante, vestido con mantas, mocasines de cuero, tocado de plumas y brazalete de cobre, que estaba rodeado de bolsas con dientes de leche, pelo y una figurilla de un camélido de oro, a modo de ofrenda.
En la Región Metropolitana se han encontrado cementerios incas en La Reina, Quilicura, Conchalí, Carrascal, Matucana y Quinta Normal.
Cerro Huelén (Hoy Santa Lucía).
Ilustración de mediados del siglo XIX de James Melville Gillis.
Santiago, centro administrativo
Si bien los incas no habrían creado en ninguna parte del país centros urbanos similares a los del Cuzco, en Santiago habría existido un centro administrativo que tenía como función proveer de alimentos a las tropas para continuar su misión hacia el sur. Según el historiador, Armando de Ramón, los otros establecimientos mitimaes situados en las cercanías de este “centro” serían satélites y las fortalezas aledañas, como el pukará de Chena y el complejo de altura de El Plomo, estarían relacionados con este centro administrativo, como parecen atestiguarlo los análisis cerámicos de las piezas encontradas en ellos 5. Esta evidencia fue hallada por el arqueólogo Rubén Stehberg, quien junto al historiador Gonzalo Sotomayor, confirmaron que bajo el casco histórico de la ciudad de Santiago existió un centro urbano Tawantinsuyu, desde el cual salían caminos incaicos en distintas direcciones y cuya base de sustentación fue la hidroagricultura y la minería de oro y plata.
Los investigadores postularon que la principal función del centro administrativo fue de carácter político, administrativo y ceremonial. “En este lugar se realizaron las reuniones con los curacas y caciques locales en orden a definir su grado de participación en el nuevo orden y establecer las nuevas lealtades. Es sugestivo, que los hallazgos arqueológicos encontrados en el casco antiguo de la ciudad de Santiago, correspondan en su mayoría, a objetos rituales vinculados con la administración del poder. Es factible, también, que desde esta urbe se administrarán las actividades defensivo/militares y cuyo centro operativo estuvo radicado en algunas fortificaciones que existieron en el área como el pucará de Chena (Tango), Collipeumo (Paine), El Peral (Chada) y, la de cerro grande de La Compañía (Graneros, rio Cachapoal)” indican dentro de las conclusiones de Mapocho Incaico.
La infraestructura de esta instalación habría sido aprovechada por Pedro de Valdivia para fundar la ciudad de Santiago 6. Al llegar las tropas españolas, la dominación militar de los incas ya había desaparecido, sin embargo su huella subsistía en las colonias de mitimaes, en las costumbres que se mezclaron con la población local y en las dependencias que aún permanecían, como los tambos, fuertes y templos 5.
- Falabella F., Pavlovic D., Planella M., Sanhueza L.. (2019). Diversidad y heterogeneidad cultural y social en Chile Central durante los periodos Alfarero Temprano e Intermedio Tardío. Falabella F., Uribe M., Sanhueza L., Aldunate C., Hidalgo J. (Ed.), Prehistoria en Chile Desde sus primeros habitantes hasta los Incas (365-399). Santiago: Editorial Universitaria, Sociedad Chilena de Arqueología.
- Massone M., & Medina Rojas, A. (1978). Los tipos cerámicos del complejo cultural Aconcagua. Tesis (licenciatura en arqueología y prehistoria). Universidad de Chile.
- Cornejo L., (2010). Capítulo: Santiago antes de la ciudad (12.000 a.C. - 1541). Santiago de Chile, 14 mil años. Santiago: Edición Bicentenario.
- Uribe M., Sánchez R. (2019). Los incas en Chile. Aportes de la arqueología chilena a la historia del Tawantinsuyo. Falabella F., Uribe M., Sanhueza L., Aldunate C., Hidalgo J. (Ed.), Prehistoria en Chile Desde sus primeros habitantes hasta los Incas (529-572). Santiago: Editorial Universitaria, Sociedad Chilena de Arqueología.
- De Ramón, A. (2007). Santiago de Chile (1541-1991), historia de una sociedad urbana. Santiago: Catalonia.
- Stehberg, R.; Sotomayor G., (2012). Mapocho Incaico. Boletín del Museo Nacional de Historia Natural.